Una sociedad se autodefine en cierto modo según el nivel económico, social, político y cultural. En toda sociedad existe un círculo más o menos amplio de “perdedores”, sea que hayan ganado alguna vez, que vayan a ganar algo o lo más probable que nazcan y mueran en el anonimato de sus vidas, apenas visibles, subsistentes. El asunto se agrava, en cambio, cuando gran parte de la población que acaba de emigrar del campo a la ciudad, se agrupa en las urbes en condiciones infrahumanas.
En el cono sur de nuestra ciudad se ubica uno de los distritos más pujantes, “Villa El Salvador”, que está centrado y rodeado de zonas áridas. Muchos o la mayoría de su población son provincianos que han emigrado a la ciudad pensando encontrar un mejor destino.
Un sol abrasador nos recibe, un síntoma que nuestra estadía en esta parte de la ciudad será sofocante, felizmente llevamos ropas ligeras. Caminando en la arena caliente, subiendo y bajando por las calles, logramos ubicar la casa de la presidenta de la central de Comedores Comunales del cono sur que nos recibe con cierto recelo.
Pero, luego logramos que ella nos relate su experiencia como dirigente barrial. “Me llamo Paola Gamboa y estoy en el cargo dos años”. Ama de casa que por la necesidad decidió participar activamente en esta organización, la señora es de una figura menuda, delgada, tez trigueña y acento provinciano.
La organización a la que ella pertenece y preside data desde 1990. Las madres de familia se vieron en la imperiosa necesidad de formar este tipo de organización a consecuencia del “fujischok”, el presupuesto no les alcanzaba ni siquiera para alimentarse o llevarse tal vez un pan a la boca. Ante la crisis que estaban sufriendo decidieron agruparse y formar una “olla común”. Este método de ayuda consistía en que cada vecino participara con algún alimento o dinero, de esta manera pudieron aplacar el temporal y dar de comer a sus hijos. Fue una solución inmediata que nació por parte de ellas. Se tuvo apoyo del PES (Programa Social de Emergencia) a raíz que sus dirigentes reclamaron alimentos, pero solo duró tres meses, avanzando en este tipo de apoyo pidieron donaciones a instituciones privadas, el apoyo es una vez al año pero con los sobrantes que tienen los clubes de madres.
“No recibimos apoyo del Gobierno, somos comedores comunales autogestionarios, es evidente que todos los partidos políticos traten de buscar clientelaje político…” en estos comedores las propias madres de familia son las encargadas de preparar los alimentos, quienes reciben una ración diaria, y están empadronados en un cuaderno, cada poblador paga por el almuerzo solo S/. 1.50.
Pagar por un almuerzo esa cantidad parece irrisorio, “no se puede decir que sea nutriente pero son alimentos para llenar el estómago”, nos dice la dirigente mostrándonos el lugar donde cocinan 160 a 180 raciones que se preparan para este sector, no hay raciones fijas, en el tiempo más crítico llegaron a preparar 400 raciones. El lugar es relativamente pequeño porque la mayor parte la ocupan las tremendas ollas, tienen dos cocinas industriales que no se dan abasto para la cocción de los alimentos, pero a pesar de todo esto la comida parece apetitosa y da ganas de probar, no podemos hacerlo porque ya tiene dueño…
Así como este comedor, han surgido otros por la misma necesidad, y la primera acción que realizan es de llevar sus propias ollas y luego transcurrido un tiempo se las han ingenian para adquirir utensilios y otras cosas necesarias para el comedor.
En Lima y Callao existen 2,500 comedores y a nivel nacional 7,000 comedores en condiciones similares, sin apoyo del Gobierno no pueden hacer mucho, han presentado un proyecto que fue promulgado y convertida en ley en el año 1991. Sin embargo, todo sigue igual, no tienen presupuesto y no les han asignado alguno.
Hay casi siete millones de peruanos en situación de pobreza extrema, ningún tipo de ayuda reciben del aparato estatal, todo es limitado a los sectores afectados. Preocupa la suerte del Programa de Emergencia. Con el hambre ni con la angustia se juega, hasta el momento parece que ello esta sucediendo, no existe población más castigada que la peruana, lo más terrible es ser la más burlada.
En el cono sur de nuestra ciudad se ubica uno de los distritos más pujantes, “Villa El Salvador”, que está centrado y rodeado de zonas áridas. Muchos o la mayoría de su población son provincianos que han emigrado a la ciudad pensando encontrar un mejor destino.
Un sol abrasador nos recibe, un síntoma que nuestra estadía en esta parte de la ciudad será sofocante, felizmente llevamos ropas ligeras. Caminando en la arena caliente, subiendo y bajando por las calles, logramos ubicar la casa de la presidenta de la central de Comedores Comunales del cono sur que nos recibe con cierto recelo.
Pero, luego logramos que ella nos relate su experiencia como dirigente barrial. “Me llamo Paola Gamboa y estoy en el cargo dos años”. Ama de casa que por la necesidad decidió participar activamente en esta organización, la señora es de una figura menuda, delgada, tez trigueña y acento provinciano.
La organización a la que ella pertenece y preside data desde 1990. Las madres de familia se vieron en la imperiosa necesidad de formar este tipo de organización a consecuencia del “fujischok”, el presupuesto no les alcanzaba ni siquiera para alimentarse o llevarse tal vez un pan a la boca. Ante la crisis que estaban sufriendo decidieron agruparse y formar una “olla común”. Este método de ayuda consistía en que cada vecino participara con algún alimento o dinero, de esta manera pudieron aplacar el temporal y dar de comer a sus hijos. Fue una solución inmediata que nació por parte de ellas. Se tuvo apoyo del PES (Programa Social de Emergencia) a raíz que sus dirigentes reclamaron alimentos, pero solo duró tres meses, avanzando en este tipo de apoyo pidieron donaciones a instituciones privadas, el apoyo es una vez al año pero con los sobrantes que tienen los clubes de madres.
“No recibimos apoyo del Gobierno, somos comedores comunales autogestionarios, es evidente que todos los partidos políticos traten de buscar clientelaje político…” en estos comedores las propias madres de familia son las encargadas de preparar los alimentos, quienes reciben una ración diaria, y están empadronados en un cuaderno, cada poblador paga por el almuerzo solo S/. 1.50.
Pagar por un almuerzo esa cantidad parece irrisorio, “no se puede decir que sea nutriente pero son alimentos para llenar el estómago”, nos dice la dirigente mostrándonos el lugar donde cocinan 160 a 180 raciones que se preparan para este sector, no hay raciones fijas, en el tiempo más crítico llegaron a preparar 400 raciones. El lugar es relativamente pequeño porque la mayor parte la ocupan las tremendas ollas, tienen dos cocinas industriales que no se dan abasto para la cocción de los alimentos, pero a pesar de todo esto la comida parece apetitosa y da ganas de probar, no podemos hacerlo porque ya tiene dueño…
Así como este comedor, han surgido otros por la misma necesidad, y la primera acción que realizan es de llevar sus propias ollas y luego transcurrido un tiempo se las han ingenian para adquirir utensilios y otras cosas necesarias para el comedor.
En Lima y Callao existen 2,500 comedores y a nivel nacional 7,000 comedores en condiciones similares, sin apoyo del Gobierno no pueden hacer mucho, han presentado un proyecto que fue promulgado y convertida en ley en el año 1991. Sin embargo, todo sigue igual, no tienen presupuesto y no les han asignado alguno.
Hay casi siete millones de peruanos en situación de pobreza extrema, ningún tipo de ayuda reciben del aparato estatal, todo es limitado a los sectores afectados. Preocupa la suerte del Programa de Emergencia. Con el hambre ni con la angustia se juega, hasta el momento parece que ello esta sucediendo, no existe población más castigada que la peruana, lo más terrible es ser la más burlada.
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